Un acercamiento a las pedagogías “cuir”
Corporalidades, afectos, miedos, sexualidades y deseos han transitado desde siempre por las aulas (virtuales o presenciales) de cada institución educativa. Han recorrido pasillos, direcciones, salas de música, de “maestros”, patios, baños, sin embargo cabe preguntarse: ¿cómo ha sido ese tránsito?, ¿todos los cuerpos han tenido la misma legitimidad para transitar?, ¿habrá actuado el guardapolvo de modos camaleónicos?, ¿qué dispositivos aparecen?, ¿qué tipo de opresiones operan?
En Argentina tenemos la Ley Nacional de Educación Sexual Integral N° 26.150 (ESI), la cual lleva inscripta, en su primer artículo, la palabra “afectividad”. Aunque este hecho pueda parecer mínimo, me gusta pensarlo desde la habilitación, desde las potencias que comienzan a ponerse en juego. La ESI, en Argentina y en otros países, logra visibilizar dimensiones categóricas que anteriormente circulaban, transitaban, pero de las cuales no se hablaba. La ESI implica una apertura, con muchas resistencias, por cierto, pero necesaria e incómoda, porque explicita lo que desde muchos sectores ha pretendido ocultarse y dominarse.
Hoy, de la mano de la ESI y de los feminismos, podemos decir que afectos, miedos, deseos y sexualidades continúan transitando, pero desmontando una lógica e interpelando a las mismas pedagogías.
Para continuar reflexionando, nos vamos a centrar en dos aspectos, primero en las maneras de concebir los procesos lógicos y, luego, en aproximarnos a las pedagogías queer/cuir.
Es necesario explicitar que estamos pensando desde nuestros “sures”, con todo lo que implica ello, principalmente desde los procesos de descolonización. Ilustrativamente, pensemos en las consecuencias que ha traído la lógica occidental y binaria, pensando en ciertos principios como el “de no contradicción” y los procesos de subsunción. Estas nociones han tendido a pensar la ontología desde lo fijo, desde lo idéntico, desalojando lo diferente, lo que se mueve y se sale de la norma. En esta línea comprendemos los alcances del Positivismo y su manera tajante de separar lo normal de lo a-normal. La descolonización del saber y pensadores como el mendocino Enrique Dussel, han puesto el ojo en estas maneras de comprender la lógica y vienen trabajando en los procesos de subjetivación, descentrándose de lo idéntico, de lo totalizador, alojando aquello que se halla en los márgenes, ampliando la mirada (y hasta otros modos de sentir, de pensar).
En cuanto a las pedagogías queer/cuir, remontaremos su genealogía a la canadiense Déborah Britzman, quien en 1995 escribe Is There a Queer Pedagogy? Or, Stop Reading Straight, tensionando los saberes de las aulas con las nociones de la teoría queer. Cuestionando los fundamentos del sistema educativo, interrogando a las pedagogías, Britzman comienza a revelar categorías con las que históricamente la educación organiza los cuerpos de conocimientos y el conocimiento de los cuerpos. Las pedagogías cuir se tornan estrategias lectoras que incomodan, porque desnudan lo que suele no querer verse.
La sexualidad puesta como categoría nos da la posibilidad de revisar discursos y prácticas escolares, particularmente, pensando la sexualidad como un dispositivo de opresión. También y como clave epistemológica, es necesario develar que dicha categoría permea espacios, prácticas y se entrelaza con otros sistemas, como el capitalista, por ello es preciso desmontar las capas opresivas, para abonar, para posibilitar otros espacios, donde sean posibles otros modos de vida.
Citamos un fragmento de Interruqciones (sí, se escribe así, con esa q que, al igual que las pedagogías cuir, incomoda), publicado en 2013 por val flores: Una pedagogía cuir o antinormativa pretende leer en forma compuesta las diversas estructuras de sujeción y opresión que determinan y condicionan socialmente las identidades. Como resorte oblicuo de una crítica político-pedagógica-sexual, esta pedagogía hace suya la insuprimible capa de significados en la reflexión sobre saber/poder, sexualidades y género (flores, 2013:215).
La ESI nos abrió la puerta, las puertas, no solo para ir a jugar, sino para desentrañar las pedagogías, para mirarnos en el espejo y enfrentarnos con aquello que solemos sostener sin haber pasado por el cedazo de la crítica. La ESI nos permite interpelar, incluso, las políticas educativas. La ESI nos está dando ese lugar que sólo aparece en las aulas, en las escuelas o en otras instituciones educativas, ese espacio-tiempo donde se nos permite pensar, por ello, a veces, hasta nos molesta y la desestimamos.
La ESI nos abre las puertas, junto a pensamientos como el descolonial y a las pedagogías queer (apropiándonos el término desde nuestros sures, cuir), para incomodarnos con lo establecido y enrostrándonos la posibilidad y la responsabilidad del deseo, aperturando la potencia de crear otros procesos de subjetivación.
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ALEJANDRA OLAIZ
Profesora de Grado Universitario en Filosofía. |