consentimiento

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Dijo sí, lo dijo una vez, pero lo advirtió sólo al final. Nunca antes había registrado ese encuentro, su cuerpo sí. Las resonancias las sentía, pero, aun así, cuando las palabras chocaban una y otra vez y unas contra otras en esa superficie sin relieve, desmentía aquello confundiéndolo con la enfermedad. En ocasiones esos embates retornaban en la pesadilla, ahí sí consentía, no había opción. En los sueños no, rápidamente rechazaba las imágenes desteñidas y desordenadas, pero en el horror de la pesadilla la imagen pierde consistencia y el afecto en el cuerpo se impone. Él siempre despertaba, en eso consistía su cobardía. Pero una noche, cuando el combate se volvió insoportable, sintió como se incrustaba la letra que tanto trabajo le dio rechazar y el eco del consentimiento le revolvió las tripas. No sabemos si despertó.