Acerca del vínculo y el lazo social
por Miguel Ángel Rossi

La problemática del vínculo social ha sido, y continúa siéndolo, un tópico tanto de la filosofía como de las ciencias sociales, pero no cabe duda alguna que la tradición del psicoanálisis y especialmente la impronta de J. Lacan enriquece a dichas tradiciones al tiempo que también es enriquecido por aquellas. De ahí la relevancia que le otorgamos a dicho cruzamiento. Sólo bastaría mencionar la importancia que tuvo Freud para la Escuela de Frankfurt, o la relevancia de Lacan en lo que ha sido denominado Pensamiento Posfundacional, del cual Lefort y Laclau, entre otros y otras, también pueden dar testimonio.

Si pensamos la problemática del vínculo social en Lacan, y más allá de las posibles traducciones del francés al castellano, es claro que el término lazo tiene su propio peso específico, y análogamente a la sentencia Aristotélica, también podemos sostener que lazo se dice en muchos sentidos. Por ende, el lazo en tanto sujeto sujetado, o el lazo que me une al Otro para poder constituirme, incluso sin ser todavía, revistiendo aspectos hegemónicos de esos posibles sentidos.

Será a partir del Seminario 17 de Lacan en la que puede percibirse con mucha nitidez que lazo y discurso se constituyen mutuamente, tal como para Parménides lo eran el ser y el pensar. Pero caeríamos en un error si entendemos el lazo social en términos meramente discursivos. Es el propio Lacan quien sostiene que si ese discurso si es sin palabras, mucho mejor. Para indicar que todo lazo encierra una forma de gozar, forma que en gran parte escapa a la vía del significante. Lazo que es siempre singular, y que sin embargo Lacan no vacila en situar históricamente (discurso del amo, de la histeria, universitario y analista), para culminar, como reflejo de nuestro presente, en lo que ha sido referenciado como el pseudo discurso capitalista. Es importante acentuar el término pseudo, para evidenciar que la lógica del capitalismo implica una caída del otro, o de la dimensión simbólica en sentido fuerte, conllevando consecuentemente, a la caída de los lazos sociales, si bien no en un sentido absoluto.

Sin embargo, tal caída del lazo social no hace que el neoliberalismo prescinda del concepto de vinculación. Es decir, no deja de existir vínculo social tal como puede percibirse en el modo de subjetivación neoliberal, para utilizar una terminología focaultiana. Específicamente en lo que ha sido llamado “el empresario de sí mismo”, el devenir del sujeto en capital humano. Aquí ya no se trataría de una dialéctica con el otro, tal como fuese pensada por Hegel y sus célebres comentaristas en la “dialéctica del amo y el esclavo”, dialéctica que da cuenta de la importancia del lazo y lo que conlleva la referencia a la lucha por el reconocimiento. Pues de lo que se trata ahora, en este nuevo modo de subjetivación en esta época neoliberal, es de ser amo y esclavo al mismo tiempo.

De ahí que el sujeto en su aspecto individual, devenga un sujeto sujetado. Pero ya no al Gran Otro y al otro, como posible partener, sino al imperio del mercado, que es lo mismo que decir al imperio de las mercancías, de los objetos, en donde el goce, y la renuncia al principio de castración, de la mano de la tecnociencia, cobran un lugar inusitado.

Lo que estamos diciendo en sentido general, sin duda alguna tiene su correlato en el transcurrir de la propia clínica. A los fines de esclarecer dicha cuestión, nos gustaría hacer referencia a una sugerente puntualización de Graciela Brodsky en torno de tres tipos de clínicas, y sin que un tipo de clínica anule a la otra: La clínica del nombre, vinculada más al registro de lo simbólico, clínica que pregunta por la identidad, aunque ésta esté perdida de entrada. La clínica del sobrenombre, para captar el aspecto más pulsional y situada especialmente en el registro imaginario. Y por último, una clínica muy actual, que es referenciada como clínica de la sustancia gozante, en alusión a lo real del cuerpo y a la primacía de los objetos. Una clínica que también capta muy bien los síntomas de nuestra época, pero donde curiosamente el vínculo, y no digo lazo, puede constituir, incluso, un grupo, sin por ello incurrir en la idea de intersubjetividad. Tal es el caso por ejemplo de la pertenencia a una gran corporación, o el vínculo que se puede generar a partir del compartir una determinada sustancia. Vínculos que ya no necesitan de una historicidad para existir, y mucho menos de grandes relatos, pues justamente de lo que se trata es de internalizar un mandato superyoico que impulsa a los sujetos a un goce absoluto. Así, el auto empresario, aquél que cree que asume la sociedad del riesgo, sin advertir que es efecto de aquella, tiene su correspondencia en una serie de efectos muy contemporáneos, sin por ello pensar que antes no existían: ataque de pánico, goce por ciertas sustancias químicas ultra-sofisticadas, bulimia y anorexia, dan cuenta de ello. En definitiva, una sociedad de riesgo que nos incluye a todos desde la feroz paradoja de ser una máquina de exclusión.

Es de recalcar entonces, la relevancia de una clínica orientada hacia lo real, pues justamente es la que asume el desafío ante el que nos sitúa la época. De esta manera, una orientación por lo real del goce es una brújula, en una época en la que el lazo social se deja ver en su propio quiebre.

 

Bibliografía:

Brodsky, Graciela (2012) Epidemias actuales y angustia. Córdoba: Babel.

Foucault, M. (2007). Nacimiento de la biopolítica. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 401

Lacan, J. (2008) Seminario XVII: El reverso del Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.

 

 

Miguel Ángel Rossi

Entusiasmado con el entrecruzamiento filosofía y psicoanálisis. Amante de la música y el teatro.