Recientemente, con motivo de mis lecturas para escribir hoy aquí, me llegó un artículo de un diario donde una ginecóloga influencer comentaba su impacto respecto al pedido de varias pacientes de ser intervenidas quirúrgicamente para “arreglar” su vagina luego de haber sido madres. Aparentemente este pedido tenía su motivación en comentarios de sus parejas sexuales acerca de que sus vaginas “no servían” y, por ende, el hombre en cuestión no lograba sentirse plenamente satisfecho. Más allá de la evidente violencia que subyace estos comentarios, me causó interés esta idea de que existe “la buena manera de gozar” y que hay un nivel de satisfacción a alcanzar, tanto para esos hombres que consideran oportuno exigirlo como para esas mujeres que se engancharon con esa idea y creyeron tener que ser intervenidas.
Esto me remitió a un insulto, que si bien no es necesariamente actual continúa siendo utilizado mucho más de lo deseable: “mal cogida”. Nuevamente encontramos una violencia explícita hacia las mujeres, pero no es donde quiero detenerme hoy. “Mal cogida” hace alusión a la idea de que cualquier cosa que a una mujer le suceda se soluciona con un “buen polvo” o que si una no se encuentra bien ha de ser por la falta de uno. Evidentemente hay, al menos socialmente, una idea de que cierta solución para lo que a un sujeto le sucede se encuentra en el sexo y, además, hay cierta exigencia en relación al cuánto y al cómo.
Comencé a pensar en la clínica y recordé un paciente adolescente que asistía a consulta porque no quería tener relaciones sexuales todavía, pero tenía una enorme presión por parte de sus pares, al punto de hacerlo tambalear en sus ideas. Y en el lado opuesto del continuo, adolescentes que están con unx, y luego con otrx, pudiendo quizás “chapar” con varixs al mismo tiempo o en una misma noche. Y quizás otrxs que se cuestionan por no tener ese nivel de actividad sexual o por la presión que sienten de tener que lograr un buen desempeño.
Cierta idea de que, al menos en la juventud, hay que probarlo todo en el sexo y que el sexo tiene que estar a como dé lugar. Leyendo sobre el tema, fui pudiendo ubicar que en la época encontramos un empuje al goce y una consecuente disminución del deseo. Cierto empuje a gozar, a lograr una satisfacción inmediata que es mucho más fuerte y deja poco espacio al trabajo que implica arreglárselas con el propio deseo. Una de las formas de este empuje, al modo de un imperativo o un fundamentalismo podría ser: “¡¡hay que tener sexo!!”… “¡¡probarlo todo!!” y, además, “¡¡hacerlo bien!!”, como si lo anterior fuera poco. En un artículo que me gustó mucho, Jorge Assef[i] ubicaba que el tener que probarlo todo termina volviéndose un imperativo que se ubica en el cuerpo justamente porque, frente a cierto debilitamiento de lo simbólico, de lo único que el sujeto puede agarrarse es de su propio cuerpo, y entonces, es a nivel de los sentidos que se buscan experiencias que impacten allí.
Si pensamos en la elección del objeto del deseo, se puede ubicar que, además del objeto causa, hay ciertos objetos de la satisfacción. Oscar Zack[ii] señala en una entrevista que en la actualidad hay una gran cantidad de objetos que se presentan como capaces de satisfacer el deseo y que, a lo que apuntan, es a causar una satisfacción que suture la división subjetiva. Si bien este concepto me parece que sirve para pensar algunas situaciones en que los sujetos pasan de unx a otrx amante o están con varixs a la vez; creo que no hay que olvidar que, en el caso de los jóvenes, hay una búsqueda todavía que hacer acerca de qué es lo que se desea a nivel del objeto sexual, y esta búsqueda tal vez necesite del “probar un poco”.
El punto, tal vez, es ubicar si, además de que la época habilita a cierta fluidez, y por ende se pueden tener partenaires distintos, e inclusive un adolescente puede estar con alguien de distinto género cada vez… el punto es ubicar si allí se trata de una desorientación en relación al deseo sexual, e intentar que algo del deseo pueda empezar a jugarse, ya que eso permitiría cierta orientación. Entonces, lo que puede orientar en esta delgada línea es el deseo…el deseo como antídoto podríamos decir, ya que “el deseo hace que uno sepa lo que va a buscar”[iii].
Para ir concluyendo, tomaré algunos puntos de un artículo fantástico de Miller[iv] en el cual ubica de un modo muy simple cuales son las condiciones que determinan la elección del objeto sexual. En él, ubica primero que por la relación con el lenguaje, los objetos toman valor de significantes, y que, en función de ello, “son portadores de significaciones individuales y aleatorias (…) que interfieren necesariamente en el establecimiento de la relación sexual”[v]. Esta elección estará entonces condicionada por estas significaciones, al punto de afectar en lo más íntimo el modo de goce de cada sujeto. Los “trazos constantes”[vi] que se pueden leer en la elección del objeto sexual de cada sujeto son: la contingencia, ligada a la ausencia de la escritura de la relación sexual que hace depender al sujeto de encuentros contingentes; la singularidad, “una vez instalado a partir de la contingencia inicial, el modo de gozar (…) se revela necesario, (…) se repite”[vii]. Esto será lo que un análisis deberá permitir ubicar y hacer legible. Y por último, la invención, ésta recubrirá la contingencia y la necesidad que mencionábamos.
De este modo, en nuestro lugar de analistas, la brújula para orientarnos frente a este empuje del “vale todo” o de la necesidad de satisfacción rápida y permanente, es saber qué le sucede a ese sujeto a nivel del deseo sexual. El lazo analítico, como lazo de amor, implica entrar en relación con la alteridad del Otro, lo cual lo saca al sujeto de sólo estar en la soledad de su goce, y permite el pasaje a localizar algo del deseo propio. Tal como Lacan lo mencionaba en el Seminario 10, “sólo el amor permite al goce condescender al deseo”[viii].
[i] Assef, J. “Viví tu experiencia”. En Revista Registros Tomo Arcoiris Goces. Colección Diálogos. Bs As, 2020.
[ii] Zack, O. “Los objetos del deseo”. En Revista Registros Tomo Azul Deseo. Colección Diálogos. Bs As, 2018.
[iii] Naparstek, F. “El deseo es la horma”. En Revista Registros Tomo Azul Deseo. Colección Diálogos. Bs As, 2018. Pág. 17.
[iv] Miller, J-A. “La elección del objeto sexual”. En Revista Registro Tomo Dorado Sexos y Psicoanálisis. Colección Diálogos. Bs As, 2008.
[v] Ídem. Pág 9.
[vi] Ídem. Pág 9.
[vii] Ídem. Pág 10.
[viii] Lacan, J. (1962-1963) El seminario de Jacques Lacan: libro 10: La Angustia. Paidós, Bs As, 2012. Pág. 194.
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Virginia Dell’innocenti
Practicante del psicoanálisis y amante de estudiarlo. Empedernida viajera. Entusiasta lectora y ocasional fotógrafa. |